Ir al baño en el desierto no es fácil
Episodio 7
La verdad es que ser turista en India muchas veces es una suerte, pues los más curiosos y atrevidos se acercarán y tratarán de comunicarse contigo. Te preguntarán de dónde eres y dónde vas, y si la respuesta a alguna de estas preguntas encuentra sintonía con el entrevistador, puedes conseguir ayuda, consejos o al menos un rato agradable ya que el viajero solitario necesita comunicarse de vez en cuando con alguien.
Allí estaba yo, en medio del desierto de Thar, con los rescoldos de un día entero de festival buscando a Anand para volver a la ciudad. Pero Anand no estaba. O sí, ¿pero cómo iba a encontrarle entre tanta gente? Me dirigí hacia la zona donde se encontraban los coches y los autobuses buscando una manera de volver a Jaisalmer, pues no estaba preparado para dormir al raso. Llevaba tan sólo una pequeña mochila, un viejo móvil, un jersey con el que protegerme del aire acondicionado del transporte, una pequeña botella de agua y un bloc de notas con un lápiz. Aunque durante el día el calor es intenso pero soportable, la noche en el desierto es muy fría.
El precio que me ofrecían los «taxistas» por volver a la ciudad me parecía desorbitado pues ya me había adaptado a los precios «populares» de este inmenso país y quería formar parte de su rueda. No estaba dispuesto a pagar 20 euros por volver, antes prefería enterrarme en la tierra y pasar la noche tiritando. ¿Se habría apoderado de mí el espíritu del templo de las ratas convirtiéndome en una más? Tienes que tener en cuenta que con 20 euros podía comer dos semanas.
Un poco desesperado por la situación, una luz divina se dirigió hacia mí en forma humana. «Hello Bruno, how are you doing?». No era Anand, era un joven indio con el que estuve hablando por la tarde mientras paseaba entre la gente del festival al que le gustó mucho decirle que era de España: «Spain, Messi, Cristiano Ronaldo, Barcelona, Real Madrid, fútbol» Esas fueron las palabras mágicas para iniciar una conversación durante mi viaje.
Aunque el deporte rey en Europa no me importa mucho, es curioso darse cuenta de que es una manera estupenda y muy sencilla para tener cierta sincronía con un desconocido de una cultura y pensamientos tan diferentes. En esta ocasión me sirvió para que este joven chico convenciese a sus padres para que me dejasen dormir con ellos en su jaima, lo que me pareció una idea estupenda.
Pasar la noche allí, bajo un inmenso manto de estrellas, envuelto por los cantos de unos y los mantras de otros, sobre una tarima de alfombras y anonadado por los sonidos provenientes del interior de cientos de personas que encontraban la salida de sus cuerpos por arriba y por abajo, fue algo inolvidable. Único.
Para cenar, una bandeja de hojalata con diferentes compartimentos servía de recipiente para el menú completo. Lentejas, arroz, verdura, salsas picantes, salsas mucho más picantes y dulces de un fuerte color naranja me sentaron como una hamburguesa de un fast food un día de resaca. Para beber, como la gran mayoría de las veces, un delicioso chai hecho en directo. Quería ver cómo el agua hervía, pues no tenía intención de pillar una desagradable diarrea. En cuanto a esto último, os preguntaréis cómo hice mis necesidades en mitad del desierto. Os lo dejo a vuestra imaginación, pero sí, es como pensáis. No fue el momento más agradable de esta experiencia desde luego y me lo guardo para mis recuerdos privados como podréis entender. Así es el cuerpo humano y las necesidades básicas que sí o sí debes cumplir allá donde estés.
Tras pasar la noche con la familia de Ranjit, mi colega futbolero, ellos mismos se encargaron de llevarme de vuelta a Jaisalmer donde me di una de las duchas más agradables y necesarias que recordaba hasta la fecha. Tras esto, me puse a organizar el camino de mi siguiente destino. Lo decidiría una moneda al aire.
ESCRITO POR:
Bruno Lakkika
Escritor, periodista y viajero que consiguió llevar a cabo el sueño de muchos de nosotros: vivir viajando.
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