
Dueña de venta de madera en Varanasi. Foto de Israel Gutier.
Paharganj, el barrio mochilero de Delhi
Episodio 3
Me levanté muerto de frío después de haber maldormido unas 6 horas con muchas ganas de salir a andar por Paharganj, el barrio mochilero por excelencia en Delhi. De la habitación poco voy a hablar más que para decir que había mucha humedad, la cama era dura, las sábanas pegajosas y la moqueta… al menos el baño era occidental y pude hacer mis necesidades de manera relajada.
Rápidamente abrí la cortina para ver qué se cocía. Quería comprobar que por el día todo tenía otro aspecto. Aunque no me importaba, sabía a dónde venía. Un muro a 50 centímetros de mi ventana me impedía ver cualquier cosa que no fuera cemento. Había que salir ya a la calle.
Ahora sí. Ahora todo cobraba sentido. Esto era lo que buscaba. Gente en todas direcciones con las manos vacías unos y cargados como un burro otros. Coches, motos, rickshaws, tuk tuks. Ruido, contaminación, suciedad. Un aparente caos inundaba todo, y aunque no es algo que me guste especialmente, era una situación totalmente distinta a lo que estaba acostumbrado. El exceso de información que llegaba a mi cerebro no me dejaba más que pensar en lo que estaba ocurriendo. Cualquier pensamiento referente a mi vida pasada quedaba diluido entre el polvo y la tierra que servían de alfombra para que esta locura adquiriese sentido. Esto es lo que buscaba.
¿Izquierda o derecha? Me decidí por una dirección y hacia allí dirigí mis pies. Había muchas tiendas de diferentes productos que de un primer vistazo parecían inservibles. Algún cajero automático, puestos ambulantes de comida y mucha mucha gente. Vagaba sin rumbo. Como parecía que hacían los demás. Quería recorrer el barrio en el que me había quedado a dormir, Paharganj.
Conocido como el barrio de los mochileros, Paharganj es un lugar en el que se centran la mayoría de hostales y hoteles baratos de los que gustamos los viajeros ya que además, es donde se encuentra la acción. Pasear por las calles de este barrio puede resultar algo desesperante y cuando llevas un rato, se transforma en agobiante ya que no hay un lugar en el que sentarte tranquilamente a observar, algo que me gusta mucho.
El ruido constante de los claxon, de los motores y el humo de los tubos de escape de todos los vehículos que se confunden entre los caminantes, terminan por quitarte las ganas del bonito arte de la observación. Así que miré arriba y vi que había diferentes terrazas con letreros anunciando restaurantes. Iba a comer en las alturas de Delhi.
Arroz, huevos revueltos y verduras especiadas fue mi primer menú en India. Un plato muy suave acompañado por supuesto con naan y un delicioso chai, mi compañero de viaje durante 6 meses en India.
Pasaban las horas y desde las alturas seguía disfrutando del movimiento de la gente. Ahora le veía más sentido, es un baile en un cuadro. Un ir y venir de mercancías, vehículos y personas en aparente desorden pero que en realidad conforman una estilosa serpiente multicolor que se mezcla con el elegante caminar de las vacas. Porque en India hay vacas, hay muchas vacas, y son sagradas, y caminan libres, y normalmente pueden hacer lo que quieran y cuando quieran. Viven como Dios.
Mi primer día en Delhi llegaba a su fin, un día de observación y asimilación. Ahora llegaba lo bueno. Ahora llegaba la noche en Delhi.
ESCRITO POR:
Bruno Lakkika
Escritor, periodista y viajero que consiguió llevar a cabo el sueño de muchos de nosotros: vivir viajando.
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