Un retrete que es un agujero con vistas al andén
Episodio 10
El tren me dirigía hacia Jodhpur. Dejaba atrás la ciudad Dorada para conocer la Ciudad Azul, y es que, en India, muchas ciudades tienen apodos o sobrenombres que destacan algunas de sus características diferenciadoras que son fácilmente reconocibles en sus calles. Sí, Jodhpur es de color azul. Al menos una parte de la ciudad.
Una vez despierto del todo, y tras haber superado la fase física de los recuerdos que me atormentaron al despertar, comprobé con alivio que tenía en mi poder todas mis pertenencias a las que se habían añadido unas chanclas de mi talla, que no sé en qué momento pude comprar. Ahora podía volver a ducharme en esos suelos que tan poca seguridad anti-fúngica me habían ofrecido hasta el momento.
Decidí dejar de lado lo que había pasado la noche anterior, pues no era plan vivir sin recordar lo que había hecho unas horas antes, me parecía peligroso si me volviera a suceder. Hoy estaba en un tren, ¿pero y si mañana termino en un hoyo? La aventura me gusta y cada vez que pasaban los kilómetros en mi viaje en solitario me volvía más valiente y admirado por lo desconocido. Estaba perdiendo el miedo o la sensatez ante la adrenalina y la seguridad (falsa) de que era invencible, y eso es un error cuando viajas a miles de kilómetros de tu casa por países en vías de desarrollo y sobre todo, cuando viajas solo.
Un chai que vendía un niño en el tren me calentó un poco las manos. Iba en «sleeper class», un compartimento sin cortinas ni aire acondicionado o calefacción que me encantaba porque podía ver cómo desarrollaban su vida los viajeros indios. No es cómoda como la Second Class o la First Class (que nunca llegué a probar) pero desde luego era mucho más cómodo que ir en General Sitting, lugar que usan los ciudadanos con menos recursos y donde la gente suele ir hacinada.
El ir y venir de gente por el vagón era constante y el ruido de los motores y de la vía hacían que escuchar lo que hablaban mis compañeros de coche fuera imposible. Pero espera, yo no sé hablar indio, ¿qué más me daba oírles? Me estaba habituando a la vida allí.
Les dije a mis vecinos de litera que iba al baño y que vigilasen mis pertenencias más grandes. Una mirada asesina seguida de un guiño y una media sonrisa dieron el pistoletazo a mi huida para cumplir con unas necesidades fisiológicas que no podían retrasarse más. La llamada de la naturaleza no quería seguir en silencio, igual que pasó en el desierto -y cada día por la mañana allá donde me encuentre-, y necesitaba soltar lastre. Todos lo necesitamos, no pongas cara extraña.
Podéis imaginar cómo es el retrete de un tren indio a las 09 de la mañana después de haber sido usado por decenas de personas en las horas anteriores. Y decenas más en las anteriores. Y decenas más en las anteriores… Pero no había otra opción.
Me bajé los pantalones. Me bajé la ropa interior. Me puse de cuclillas (el retrete del tren es un agujero en el suelo con caída directa a las vías). Y dejé que la naturaleza siguiese su curso. Al terminar, y una vez lo más limpio que pude estar, volví a mi litera con el miedo de que los antes allí presentes hubieran desaparecido con mis pertenencias. Pero ahí estaban. Listos para desembarcar en Jodhpur, la Ciudad Azul.
ESCRITO POR:
Bruno Lakkika
Escritor, periodista y viajero que consiguió llevar a cabo el sueño de muchos de nosotros: vivir viajando.
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