Thanaka, el secreto dorado de Myanmar
Si alguna vez caminas por las calles de la antigua Rangún o te pierdes entre los mercados de Mandalay, te sorprenderás al ver rostros decorados con patrones dorados, como si el sol mismo hubiera tocado sus mejillas. Ese toque de magia tiene un nombre: thanaka.
Fotografías realizadas por Israel Gutier
Entre todos los símbolos que definen la cultura y tradiciones de Myanmar, la antigua Birmania, el thanaka destaca con una sencillez que asombra. Esta pasta dorada, aplicada en mejillas, frentes y narices de hombres, mujeres y niños, no es solo una costumbre de belleza, sino un espejo de la historia y la identidad del país. Su aroma suave y su textura refrescante han acompañado al pueblo birmano durante siglos, marcando las estaciones de su vida y las transformaciones de la nación.
El thanaka no es un capricho moderno. Es una tradición que hunde sus raíces en antiguas dinastías, cuando Myanmar era un mosaico de reinos poderosos y refinados artesanos. Sus orígenes están impregnados de un misticismo que no solo habla de estética, sino también de espiritualidad, protección y conexión con la naturaleza.
Esta es la historia de cómo un árbol, con su corteza molida, ha moldeado no sólo rostros, sino también el corazón de un país entero.
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Del bosque al rostro, los orígenes del thanaka
El viaje del thanaka comienza con el Limonia acidissima, un árbol que en la distancia parece una encina y que crece en las regiones secas de Myanmar. Aunque también puede encontrarse en otros países, como India o Tailandia, en Myanmar este árbol es más que un recurso natural: es un icono cultural.
Mientras que sus vecinos utilizan el fruto para hacer zumos o chutney, durante generaciones, en Myanmar sus ramas han sido recogidas cuidadosamente, y su corteza -rallada y mezclada con agua sobre una piedra especial llamada kyauk pyin– se convierte en una pasta de color marfil.
El thanaka empezó como un elemento exclusivo de las clases altas. Cuentan que las crónicas del Reino de Pagan, en el siglo XI, ya hablaban de mujeres de la realeza embelleciendo sus rostros con esta pasta, convencidas de que su uso no solo mejoraba la piel, sino que también protegía contra el sol abrasador de las llanuras birmanas.
Sin embargo, con el tiempo, la corteza del thanaka cruzó las barreras de clase, convirtiéndose en un elemento cotidiano en la vida de todos los birmanos. Hoy en día es fácil cruzarse con mujeres, niños e incluso hombres, en pueblos o ciudades, con sus rostros impregnados en esta pasta amarillenta.
Lo que distingue al thanaka no es solo su procedencia, sino también el proceso que implica su preparación. Cada familia desarrolla su propia técnica, heredada de madres a hijas, con una devoción que recuerda a la elaboración de un ritual. La textura y la consistencia perfectas no se improvisan, y quienes las dominan se sienten custodios de una herencia que vale más que cualquier joya.
Actualmente, es fácil comprar thanaka en algún mercadillo. Sus troncos cortados en tamaños manejables se venden por piezas, pero la necesidad de transportarlo a otros países (y la curiosidad de los turistas que queremos probarlo todo) ha hecho que también se pueda encontrar una versión deshidratada de la pasta de thanaka en pequeños botes.
Espiritualidad y función social del thanaka
El thanaka es mucho más que un tratamiento para la piel. En una sociedad profundamente influenciada por el budismo, su aplicación está cargada de simbolismo. Se cree que purifica no solo la epidermis, sino también el alma, eliminando impurezas que van más allá de lo físico.
En las festividades religiosas, como el Thingyan, el año nuevo birmano, las calles se llenan de niños y adultos decorados con patrones de thanaka, cada trazo un homenaje a la tradición. Pero su influencia también es terrenal. Gracias a sus propiedades refrescantes y protectoras, el thanaka actúa como un filtro solar natural en un país donde las temperaturas pueden superar los 40 grados.
Su capacidad para reducir manchas y calmar irritaciones ha sido confirmada por estudios modernos, pero para los birmanos, estas cualidades son un conocimiento ancestral. “Es nuestra primera medicina”, dice Daw Aye, una mujer que vive en Inle Lake, mientras decora y protege su rostro aplicándose cuidadosamente la pasta.

Al mismo tiempo, la aplicación de thanaka refuerza los lazos sociales. En muchas comunidades rurales, las mujeres se reúnen por las mañanas para preparar la pasta juntas, compartiendo historias y consejos mientras sus hijos juegan a su alrededor.
Estos momentos, aparentemente simples, son testigos de la resistencia de una cultura que ha sabido preservar su esencia incluso frente a los embates de la globalización y los constantes periodos de crisis gubernamental de estos últimos años.
El thanaka en el siglo XXI
Hoy, Myanmar es un país en transición. Las luces de neón de Yangon conviven con templos milenarios y los jóvenes birmanos navegan entre redes sociales y tradiciones. En este contexto, el thanaka también se reinventa. Aunque las cremas y lociones importadas han ganado terreno en las ciudades, el thanaka sigue siendo un elemento indispensable, especialmente en las zonas rurales.
En los mercados urbanos, es común ver puestos donde se venden bloques de corteza junto a productos derivados, como jabones o mascarillas modernas. Sin embargo, para muchos birmanos, el thanaka molido a mano conserva un aura especial. En las redes sociales, influencers locales mezclan este legado con tendencias actuales, mostrando cómo los diseños tradicionales en el rostro pueden combinarse con la moda contemporánea.

El thanaka también ha encontrado un lugar en el turismo. Los visitantes extranjeros, fascinados por su estética y su historia, a menudo se llevan bloques como recuerdos, cajitas con la pasta deshidratada o se animan a probarlo durante su estancia.
Para los birmanos, esta curiosidad extranjera es un motivo de orgullo, pero también una llamada a proteger una tradición que podría diluirse bajo las presiones del mercado global. Porque el thanaka es un recordatorio de que algunas cosas no necesitan cambiar para seguir siendo relevantes, es una ventana al alma de Myanmar que, como esta pasta dorada, brilla con una luz que no se apagará nunca.

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