El Mercado de la carne de Calcuta

• Equipo: Zoom todo terreno, retratero luminoso
• Visado: Obligatorio
• Presupuesto: 15 €-  50€ por día*
• Vacunas: No obligatorias*

Calcuta es una de las grandes desconocidas entre las ciudades importantes de India debido a que se encuentra muy alejada de cualquier ruta turística. Llegar es fácil en avión, pero supone quitar varios días a, por ejemplo, visitar el Rajastán. Por ello, los turistas o viajeros que visitan India, no suelen anotarla en su itinerario.

Parece que otros de sus hándicaps es que hay poco por conocer en las afueras de la ciudad, pero si vas a viajar a Calcuta te recomiendo que te dirijas al sur (mejor con un guía o agencia local) para visitar el Parque Nacional de Sundarbans, donde intentar ver cómo el tigre de bengala actúa en libertad en los bosques de manglares. Este es uno de los mayores atractivos de la zona, así como seguir el viaje hacia Bangladesh.

Debido a esta escasez de atractivos, como decía, hay pocos turistas «normales» que incluyan Calcuta en su apasionante viaje por India. Pero, si te decides finalmente a conocer la ciudad nacida del dedo meñique de la diosa Kali, apunta el «Mercado de la Carne» de Calcuta como una de las visitas obligadas.

Calcuta no es un destino turístico. La mayor parte de turistas llegan allí debido a las conexiones aéreas o para conocer la Mother House (la «Casa Madre de las Misioneras de la Caridad» de la Madre Teresa de Calcuta) 

New Market, Hogg Market. Distintos nombres para el mismo lugar

Calcuta, también conocida como Kolkata, es la capital del estado de Bengala Occidental en India. Fue fundada en el siglo XVII por los británicos como una importante base comercial y administrativa, llegando a convertirse en un fundamental centro cultural y político durante el periodo colonial. De hecho, Calcuta fue la capital de India desde 1.773 hasta 1.911 y su existencia se remonta a más de 2.000 años de antigüedad.

Hasta la llegada de los ingleses a través de la Compañía de las Indias Orientales, Calcuta era un pueblo de pescadores más, cerca de la desembocadura del río Hugli, en el golfo de Bengala. Fue el Imperio Británico quien levantó la ciudad y le dio las infraestructuras necesarias para convertirla en uno de los epicentros de sus dominios fuera de las Islas.

Grandes avenidas, parques, carreteras, ferrocarril, limpieza, arquitectura… una ciudad europea para europeos, ya que los indios fueron «recluidos» en la parte de la ciudad que no recibió el mismo trato de saneamiento y que llegó a ser conocida como «la ciudad negra».

Dentro de esas nuevas infraestructuras, que tras la independencia de los indios sobre Gran Bretaña comenzaron a perder su preciosismo para ganar en exotismo y crudeza, se encuentra uno de los que me parecen más representativos, auténticos y llamativos de aquella época y de su decadencia posterior: «El Mercado de la carne de Calcuta», «Hogg Market» o «New Market».

New Market: de exclusivo a un laberinto que te lleva a otro mundo

En 1871, la Calcutta Corporation se planteó la creación de un mercado en el que los sahibs británicos, que no eran otros que la clase alta británica o los altos cargos en la India colonial, pudieran realizar sus compras sin tener que mezclarse con los nativos. Un mercado exclusivo para el sahib o el residente inglés.

Tras una serie de deliberaciones, finalmente se aprobó la compra de un terreno ubicado en el corazón de la ciudad para el desarrollo de esta edificación que contendría tiendas de materias primas, especias y marcas inglesas como Thacker Spink, Rankin and Company o RW Newman.

El mercado vio sus puertas abiertas el 1 de enero de 1874 con el nombre de «New Market» para, en diciembre de 1903, cambiar su nombre por el de «Sir Stuart Hogg Market», presidente de la Calcutta Corporation y uno de los máximos impulsores de este mercado exclusivo para los ingleses.

La arquitectura del New Market de Calcuta es una mezcla de estilos gótico victoriano y colonial, con elementos de arquitectura tradicional india. El edificio principal es una gran construcción de dos pisos con una fachada de ladrillo rojo con arcos y columnas decorativas.

Esta estructura está dominada por la siempre presente torre del reloj y rodeada por un gran número de pequeñas tiendas y comercios, cada uno con su propio estilo y diseño único, que dejan un interior en forma de laberinto, con pasillos estrechos y callejones que se extienden en todas las direcciones donde el intenso y húmedo calor del verano es mitigado (o al menos lo tratan de mitigar) por ventiladores instalados en sus altos techos.

Actualmente, el nombre de «Hogg Market» está en desuso en favor de la denominación «New Market», que, aunque hacía referencia en su origen a la parte cerrada del mercado, hoy en día se refiere a toda el área (exterior e interior) formada por la calle Lindsay Street, Fenwick Bazar Street y Bertram Street.

La parte interior es la que genera más interés en el viajero, pues en ella todavía se mantiene la tradición de la venta de carne fresca. Tan fresca que un gran número de los productos que allí se venden provienen de los animales que viven en jaulas y «almacenes» situados en el mismo mercado.

Este es el Mercado de la carne de Calcuta un lugar que hace juego con gran parte de la ciudad, donde los colores adquieren un tono único debido a la polución, dejadez y suciedad que, cuando no tiene más sitio en el suelo, se apodera de las paredes, techos y tejados de la mayoría de edificios de la urbe.

La evocación exótica del nombre Calcuta proviene del pensamiento de una India de maharajás, vestidos coloridos de seda, largos bigotes de formas geométricas y elefantes engalanados con reyes a sus lomos. Pero, actualmente, Calcuta es una ciudad caótica, con más de 15 millones de habitantes, descuidada en su mayor parte y con unas desigualdades sociales mayores incluso que cuando eran una colonia inglesa.

A pesar de esto, Calcuta sigue siendo fascinante, pues sus calles y callejuelas esconden secretos que solo se pueden encontrar allí y que se pueden descubrir únicamente si el viajero decide desprenderse de sus prejuicios, sus miedos y su olfato.

Para ver ciudades ordenadas, limpias y aburridas ya hay otras. Aquí se viene a contactar con la realidad, con la pureza de una vida dura en la que hay que sobrevivir como sea y donde los problemas no hacen referencia a la cuota del crossfit, a las arrugas de expresión o al último modelo de smartphone.

No visites una ciudad sin descubrir sus mercados

En un país donde los mercados sirven como lugar en el que conocer la cultura y hábitos de sus gentes, el edificio gótico del New Market es el que más tiempo lleva cumpliendo esa función en Calcuta. Llegar a sus aledaños es un acto de valor entre coches, motos, rickshaws, vacas, perros y gente que parece circular sin una dirección definida.

La parte exterior del New Market se encuentra abarrotada por centenares de tiendas y puestos en los que se vende de todo. Comida, ropa, alfombras, telas, utensilios de cocina, utensilios sin función aparente… puedes pasar horas observando cómo se relacionan los calcutenses sin aburrirte ni un momento.

Para conseguir esto, debes ser una persona con su dabba (fiambrera típica india) llena de paciencia, tolerancia ante los ruidos y algo de viveza para no terminar arrollada por un dabbawala (repartidor de dabbas para los trabajadores de las oficinas cercanas) o por una pelea entre vacas.

Una vez que te vas internando en el interior del mercado, antes de llegar a su corazón, al mercado de la carne de Calcuta, encontrarás tiendas de alimentación y pasillos sacados de una película sobre un futuro distópico.

En esta zona también podrás ver cómo yacen tranquilos algunos de los animales que serán sacrificados junto con otros que, simplemente, están allí día tras día en una jaula para proporcionar los productos que salen del interior de sus cuerpos, como las gallinas. Si vas de mayo a octubre, el calor y la humedad pueden hacer tu visita insoportable, pero no desistas. Un lugar así solo se ve una vez en la vida, aunque la visita no resulte todo lo satisfactoria o fascinante que preveías en un primer momento después de leer este artículo.

La gente no se preocupa ni se sorprende por tu presencia, y no es precisamente porque sea un lugar al que acudan muchos turistas. El mercado de la carne de Calcuta no es un punto más dentro del programa de una agencia de viajes.

El que viene aquí es para comprar carne, y ningún turista occidental osaría comprar un filete en este mercado. El mercado de la carne de Calcuta es explorar, descubrir y conocer cómo es la vida a tantos kilómetros de tu casa, cómo existen otras formas de vivir y de adaptarse al medio. Aquí no estás visitando un parque de atracciones ni una tribu en la montaña, así que siéntete afortunado por conocer este reducto de autenticidad y costumbres.

Carne para todos. Fotos no

El mercado ha sido criticado en numerosísimas ocasiones por las condiciones insalubres y las prácticas comerciales inadecuadas, así como las condiciones de sus trabajadores, muchos de ellos menores de edad.

En un principio, se llevaron a cabo medidas para mejorar las condiciones y garantizar que la carne vendida fuese de calidad y segura. Aunque, quizá, por las fotos que acompañan a estas palabras, no te lo parezca.

Ahora te voy a hacer pensar. En el mercado de la carne de Calcuta no vi a ningún minorista, es decir, no hay gente esperando su turno para llevarse cuarto y mitad de chuletillas. Aquí, principalmente, se vende carne para los restaurantes y hoteles, por lo que, si tu dieta en Calcuta ha tenido algún ingrediente cárnico, es muy probable que este provenga del lugar que ahora mismo estás viendo.

Hacer fotografías en el mercado de la carne de Calcuta se supone que está prohibido, o así me lo indicaron varias veces antes de mi visita. Pero, como siempre hago, una sonrisa, pedir permiso si la escena lo requiere y un «gracias», me permitieron obtener un par de decenas de imágenes que permanecerían para siempre en este archivo mundial que es internet, en el que apenas hay material gráfico de este lugar.

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Mientras paseas por el mercado de la carne de Calcuta, los carniceros se afanan en despellejar una cabra, filetear un cordero y amontonar trozos de carne que saldrán directos a cualquier restaurante de la ciudad. No te asustes si al girar la cabeza ves como degüellan allí mismo a esos animales que otros están preparando para su distribución. Las condiciones de salubridad aquí no llaman la atención por su excelencia, pero no se podrá negar que la carne es fresca.

La gente se muestra afable y concentrada en su trabajo, no dicen que no a una foto. De hecho, algunos quieren posar, pero también es cierto que hay tenderos que no quieren salir sacrificando un animal, algo que puede parecer muy duro en directo, pero que sucede todos los días aquí y en tu ciudad.

Las motos, los cuervos y algún que otro perro, se mezclan entre los puestos de los carniceros. Algunos de ellos se tumban junto a la carne para descansar, pues su jornada empieza muy pronto y parece no tener fin. Otros, parecen haber cumplido ya una edad como para jubilarse, y los últimos son niños que, aunque deberían estar en la escuela, «al menos» tienen un trabajo que los saca durante unas cuantas horas de las calles.

El mercado de la carne de Calcuta es crudo, al igual que la ciudad que lo alberga, tiene un ambiente único en el que el tiempo se detiene y no es apto para todos los públicos.

Pero si te gusta conocer algo más que los monumentos o atracciones turísticas «principales», te recomiendo que te des una vuelta por aquí y trates de comunicarte con alguno de sus trabajadores, seguro que agradecen un paréntesis en su rutina bajo un edificio histórico que vivió años mejores, pero que, al menos, ahora da cobijo a sus habitantes por derecho propio.

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