Así es esquiar en los 3 Valles, la estación de esquí más grande del mundo
Vine a descubrir cómo es esquiar en Los 3 Valles, el dominio de esquí más grande del mundo, y lo hice desde Méribel, su punto medio, ese valle que combina el encanto tradicional con todas las comodidades modernas. Un destino que huele a madera, a nieve recién caída y a gastronomía que deja huella y donde cada rincón parece decirte “quédate un día más”. Lamentablemente, mi tiempo era finito, por lo que sólo pude disfrutar de 3 días en este paraíso nevado.
Fotografías realizadas por Israel Gutier
Hay lugares que parecen diseñados para cumplir promesas de invierno. Los 3 Valles, en el corazón de los Alpes franceses, es uno de ellos. Desde la ventanilla del avión ya se adivinan montañas infinitas, cumbres que se pierden entre nubes y una sensación de que ahí abajo el esquí no es un deporte. Es la forma de vivir en el dominio de esquí más grande del mundo.
Tanto en España como en el resto de Europa tenemos la suerte de disfrutar de montañas perfectas para practicar deportes de invierno, pero si te quieres asegurar llevar a cabo tu afición al esquí de la manera más satisfactoria, una de las mejores opciones es ir a aquel lugar donde las pistas sean inagotables. Para conseguir esto, el dominio esquiable más grande del mundo te espera a un par de horas en Los 3 Valles.
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El dominio de esquí más grande del mundo
Hablar de Los 3 Valles (Les Trois Vallées) es hablar de cifras que asombran. Más de 600 kilómetros de pistas perfectamente conectadas por más de 160 remontes que enlazan ocho estaciones míticas: Courchevel, Méribel, Val Thorens, Les Menuires, Saint-Martin-de-Belleville, La Tania, Brides-les-Bains y Orelle.
Todo un universo blanco donde puedes esquiar durante días sin repetir un solo descenso y, quizá lo más importante, sin perderte gracias a su perfecta organización y una increíble app para móvil con la que sabrás dónde estás en cada momento y cómo llegar a cualquier parte de la manera más fácil y pisando las pistas del nivel que elijas para no ponerte nunca en peligro.
Este coloso alpino nació en 1973 con el sueño de unir valles y pueblos sin necesidad de quitarse los esquís. Medio siglo después, su red de telecabinas y góndolas convierte el desplazamiento en una travesía panorámica. Aquí, los principiantes encuentran pistas suaves y seguras; los expertos, fuera de pistas legendarias; y los fotógrafos, una escena infinita de montañas, nieve y luz.

Méribel, el corazón de Los 3 Valles
Llegué a Méribel por la tarde desde el aeropuerto de Lyon en taxi, un trayecto de algo más de dos horas que transcurre entre rápidas autopistas y encantadores pueblos. La llegada al Hotel Le Tremplin fue amor a primera vista gracias a su fachada de madera y piedra, un ambiente cálido con bizcocho, café y té gratis en el hall y una habitación con vistas a las pistas de esquí.
Después de dejar el equipaje, tocaba equiparse. En Sport Boutique, a pocos pasos del hotel, el equipo me ayudó a ajustar las botas y esquís con la precisión de quien lleva años viviendo al ritmo del invierno y vistiendo a miles de aficionados primerizos o intermitentes.

La tarde fue para pasear por Méribel, un pueblo donde las tiendas de esquí conviven con chocolaterías, bares con chimenea y tiendas que parecen salidas de un cuento alpino. Para la cena, el plan era de altura: L’Ekrin, el restaurante con estrella Michelin del chef Laurent Azoulay, donde los sabores de Saboya se reinventan sin perder sus raíces. Una experiencia que confirma que el arte, aquí, también se sirve en plato caliente.
Desliza para ver los platos de L´Ekrin:
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Un día perfecto para esquiar en Los 3 Valles
El segundo día amaneció despejado, con ese cielo azul puro que promete una jornada de esquí inolvidable. Salí del hotel con los esquís al hombro, crucé unos metros y ya estaba en las pistas. Así de fácil es esquiar en Méribel: sin esperas, sin estrés, con la montaña esperándote.
Desde el primer remonte, la vista es hipnótica. A un lado, los picos de Courchevel; al otro, la inmensidad que lleva hasta Val Thorens. El dominio es tan amplio que puedes esquiar durante horas sin ver dos veces el mismo paisaje.

Los 3 Valles cuentan con pistas para todos los niveles, desde las verdes más suaves hasta las negras que ponen a prueba piernas y técnica. Pero más allá de los números, lo que impresiona es la sensación de libertad: deslizarte entre bosques, cruzar valles, parar en un mirador y sentirte diminuto frente a tanto blanco.
Para comer, seguí las recomendaciones locales y llegué esquiando hasta el Clos Bernard, un restaurante escondido entre los árboles, accesible solo sobre esquís. Allí, entre chimeneas y mesas de madera, el olor a fondue y a carne a la parrilla hace olvidar el frío. Pedí una sopa caliente y un vino blanco de Saboya mientras fuera seguía nevando con suavidad.
La tarde terminó con el sol tiñendo las cumbres de rosa y con mis piernas ya cansadas debido a la falta de costumbre de deslizarme sobre dos finas y largas tablas. De vuelta al hotel, el spa del Le Tremplin fue el lugar perfecto para descansar. Sauna, baño turco y jacuzzi.
Para cenar, elegí Partajo, un restaurante que mezcla las especialidades saboyanas con guiños a Córcega y Borgoña. Cómo no acompañado de una de las mejores bodegas de la región.

Renos, yoga y caballos en Méribel
El último día decidí cambiar los esquís por algo más tranquilo. Además de tener pistas para todas las edades, niveles y tipo de esquí, en Meribel puedes realizar actividades muy divertidas cuando cuelgas los bastones.
Al amanecer, me reuní con Marcela Bemposta, instructora de yoga que lleva años enseñando a conectar cuerpo y montaña. La caminata hasta el lugar de la práctica fue ya en sí misma una expeirencia muy desestresante y relajante.
Nieve virgen, bosques silenciosos y un cielo que se iba tiñendo de un azul tan intenso que parecía de mentira. Practicar yoga sobre la nieve es una experiencia que mezcla equilibrio y calma, y que te recuerda que aquí, la naturaleza es la verdadera maestra.
Después del yoga, la siguiente parada fue el Ranch Nordique, donde me esperaba una hora de paseo a caballo por los senderos nevados de Méribel. Ver las montañas desde otra perspectiva, a lomos de un caballo tranquilo y con el sonido de la nieve crujendo bajo sus cascos, es una forma distinta de entender los Alpes.
El rancho también alberga cabras y renos, una actividad encantadora si viajas en familia. Los niños pueden alimentarlos y aprender sobre la vida alpina más allá de las pistas.
De vuelta al pueblo, decidí comer en el restaurante Le Marius del hotel. Platos locales reinterpretados con elegancia: raclette, carnes, sopas humeantes… todo con vistas a la montaña. Cómo no, también hay platos de los que quitan el hambre y manchan los dedos. Mi elección fue una de las hamburguesas especiales con carne de la zona.
De nuevo, por la tarde ya con las pilas cargadas a pesar de haber tenido una mañana muy tranquila, aún tuve tiempo para una última bajada por las pistas de Méribel. Cuando el sol empezó a caer, comprendí por qué Los 3 Valles no son solo un dominio esquiable, son un estado de ánimo.

Méribel no es solo el corazón geográfico de Los 3 Valles, es su alma. Aquí el esquí se vive con pasión, pero también con estilo y calma. Entre descensos, saunas y comidas frente al fuego, descubrí que este rincón de los Alpes no es solo para esquiadores, es para quienes buscan belleza, silencio y emoción sin dejar de lado la diversión.
Porque cuando cae la noche y el valle se cubre de luces, sabes que has estado en un lugar que lo tiene todo. Y mientras el mundo duerme, ahí arriba, la montaña sigue respirando.
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