Sexo en ruta
Episodio 9
El sonido del tren y las voces de decenas de indios me despertaron en una litera de un vagón de sleeper class, mi preferida. Un tanto contrariado, empecé a recuperar los recuerdos pues en un primer momento no sabía qué hacía allí ni cómo había llegado hasta el viejo y sucio colchón sobre el que dormía.
Se me venían a la mente escenas paseando por Jaisalmer, compartiendo chai y charlas en la azotea del hostal para terminar practicando sexo con una joven turista de largo cabello rubio entre suaves sábanas a la luz de las velas. En esa escena, mi menté se detuvo un buen momento, recreándose en los ¿recuerdos? y pospuso la necesidad de saber a dónde me dirigía y si tenía conmigo todas mis pertenencias.
En cuanto al sexo mientras viajas en solitario, lo más difícil son los primeros días, las dos primeras semanas. A partir de ese momento, el sexo se vuelve en un recuerdo lejano. Un recuerdo agradable, placentero y satisfactorio pero prescindible. Con tantas cosas por ver y por hacer, con tanta información que asimilar y comparar, no hay tiempo para pensar en el sexo. «El problema» viene cuando te acostumbras a tu nuevo día a día o cuando decides tomarte un descanso en un lugar propicio para la realización de actividades ociosas, aunque este ocio consista en estar simplemente tumbado en una hamaca durante horas viendo como el sol se oculta tras el horizonte.
Por supuesto los sueños no son gran ayuda en este tema, que además creo que no se trata nunca -o no se ha tratado lo suficiente- entre los libros, manuales y blogs de viajeros que he tenido oportunidad de leer. El «sexo en ruta» es algo que existe y de lo que se habla poco. ¿Hablas en sueños? ¿Compartes habitación con más personas en tus viajes? Si estas dos preguntas tienen respuesta afirmativa, quizá alguien te haya oído gemir o haya escuchado cómo lanzabas comentarios «calientes» al aire mientras dormías (los ronquidos ya se dan por hecho). Unas horas después, te encuentras desayunando frente a esos compañeros de habitación comentando tus planes de viaje y lo bien que lo estás pasando sin caer en que quizá sepan algo más de ti gracias a tu sueños..
Creo que también depende de las personas. Hay gente que puede aguantar sin contacto íntimo semanas, meses y quizá años. No es mi caso. Así que tras varias semanas sin tener sexo, pero con la mente ocupada en el viaje, mi imaginación nocturna empezaba a jugarme malas pasadas, y lo que todos estos días atrás no tenía espacio en ella, ocupaba ahora gran parte de mis sueños y de los primeros minutos del día una vez despierto.

El tren seguía con su vaivén y yo trataba de quitarme de la cabeza la suavidad y la delicadeza de unas perfectas curvas -y de la humedad que salía entre ellas- de esa chica de mi sueño que cada vez se hacía más real. Los gemidos, primero susurrados y después a voces; los movimientos acompasados, primero suaves y después intensos; y los espasmos en ambos cuerpos, primero ordenados y después caóticos, no me iban a ayudar a tomar el control de la situación.
Hice un esfuerzo por abandonar esos pensamientos y lo conseguí gracias a la promesa de retomarlos más adelante, cuando me encontrase solo. Ahora me quedaba por averiguar cómo había conseguido unas chanclas de mi talla y cuánto quedaba para mi parada en este «tren del amor».
ESCRITO POR:
Bruno Lakkika
Escritor, periodista y viajero que consiguió llevar a cabo el sueño de muchos de nosotros: vivir viajando.
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