Jodphur, la Ciudad Azul de las especias y el caos
Episodio 11
Me encontraba en la segunda ciudad más grande del estado de Rajastán. Y eso se notaba en el ruido, la contaminación y las hordas de motos, rickshaws, gente, vacas y perros andando libremente en todas direcciones. Iba a pasarlo bien.
Jodhpur recibe su sobrenombre debido al color que tienen las casas que se encuentran en las inmediaciones del Fuerte de Mehrangarh, un palacio-fortaleza muy bien conservado y con mucha historia entre sus muros. Recomiendo su visita, pues su interior es un museo que te traslada 500 años atrás y las vistas de la ciudad desde él son espectaculares.
Para llegar al fuerte puedes ir andando, como me gusta a mí, pues así voy conociendo la ciudad y disfrutando con la vida del día a día de sus gentes, o bien usar un taxi de cuatro o tres ruedas. Las calles del centro de la ciudad, que parten de la plaza de la Torre del Reloj, dejan de ser amables con el paseante como lo eran las de la vecina Jaisalmer, para convertirse en un hervidero de ruido y tiendas de especias y productos de uso diario.
La capacidad comercial de los vendedores de especias en Jodhpur es tal, que salí de una de las tiendas con un par de paquetes de 1 kilo de curry y tikka masala que chefs españoles, como Arzak, habían comprado allí (por supuesto, según las palabras del parlanchín vendedor).
Era la primera compra inútil que hacía en el país y tendría que cargar con ella en mi mochila hasta que pudiese enviarlas a España, porque cocinar comida india y gastar 2 kilos de especias, en un principio, no iba a ser posible durante mi viaje.
En esta ciudad recomiendo encarecidamente el uso de tapones para los oídos si quieres conservar algo de audición al volver a tu alojamiento. Los indios pitan para decir que están ahí, no para avisar de un peligro o como método de evitar un golpe. Ellos pitan porque ya forma parte de su vida, el pito es una extensión de su cuerpo.
Me hospedaba en un pequeño hotel familiar a unos minutos andando del centro. Una habitación privada con baños compartidos que me costó 3.50 euros. Pasé aquí tan sólo tres días, pues mi amor por sentarme a observar el paso de la vida entre las calles de los pueblos se me estaba haciendo cuesta arriba debido a la hostilidad del tráfico, pero fue tiempo suficiente para grabar en mi memoria, y trasladar a estas páginas, sucesos como admirar el poder de las vacas sobre el pueblo indio.
Y las vacas dominaron India
Sentado en una esquina, viendo cómo los comerciantes iban y venían andando o sobre vehículos motorizados, cómo los transeúntes circulaban sin sentido aparente o decidían hacer aguas menores en medio de la calle entre dos puestos callejeros de «comida casera», una vaca decidió sentarse en medio de un cruce. El caos (y no es que precisamente reinase la paz antes de la aparición del bóvido) fue descomunal.
Los más atrevidos y desafiantes al dios y a la ley que protege a las vacas como símbolo de la maternidad y fecundidad, decidieron, tras unos primeros minutos de pitidos de claxon (algo inútil, pues si a algo están acostumbradas las vacas y cualquier persona que se mueva en una ciudad india es al pitido de los vehículos), empujar el cuerpo semiesquelético del animal con muy poco éxito. El revuelo que se montó ante la imposibilidad de continuar la circulación para viandantes y vehículos, pues las calles centrales de Jodhpur son muy estrechas, era enorme. Cómo les gusta una vaca sentada entorpeciendo el tráfico a esta gente.
Estaba de nuevo gozando ante tal escena cual película de los hermanos Marx, pero en color y con olor, que el recuerdo de ese día se quedará en mi cabeza para siempre con gran regocijo. Una vez (25 minutos después) la vaca decidió levantarse y poner su culo en rítmico movimiento, la «normalidad» volvió a la calle y las motos y rickshaws volvieron a echar humo y ruido por sus tubos de escape. Yo decidí levantarme y tratar de pasear un poco para seguir conociendo más la ciudad.
Aquí, igual que en Jaisalmer, es fácil encontrar turistas o viajeros, pues es una de las ciudades a conocer dentro la ruta por Rajastán. Debido a ello, hay varios locales adaptados a los gustos occidentales y es fácil compartir una bebida con algún que otro viajero fuera de tu hostel al que sacar información para continuar tu viaje.
Conocí así a un grupo de franceses (es fácil notar su presencia pues su acento a voces destaca entre lo demás) que me recomendaron la visita a Raknapur y a Kumbalgarh de camino a mi siguiente destino, Udaipur.
Ellos se hospedaban en un hotel más confortable que el mío y parecía que tenían mayor presupuesto del que tenía yo. Me recomendaron un par de alojamientos en Udaipur frecuentado por viajeros occidentales, lo que suele significar tener más información útil, accesorios como un enchufe junto a la cama en la habitación y unas vistas maravillosas desde sus terrazas llenas de hamacas y suelos acolchados.
Anoté el nombre de estos establecimientos aunque ya había reservado a través de internet una habitación en una haveli en el centro de la ciudad. Nunca sabes si te vas a quedar varios días en un lugar, por lo que toda la información práctica de primera mano es bien recibida. Tras comer una tortilla junto a la Torre del Reloj en un lugar que, por lo visto, era famoso entre los viajeros, me despedí de mis amigos franceses y después de dar un paseo por el mercado de frutas y verduras volví a mi habitación para salir de viaje a la mañana siguiente. Adiós Jodhpur, ciudad donde vi cómo un hombre meaba entre dos puestos callejeros y una vaca se convertía en policía de tráfico pero también disfruté de los niños jugando al cricket, un maravilloso palacio y un montón de anécdotas que contar en mi próximo libro.
ESCRITO POR:
Bruno Lakkika
Escritor, periodista y viajero que consiguió llevar a cabo el sueño de muchos de nosotros: vivir viajando.
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